En defensa de las ciencias (sociales y humanas)

Por Iván Gabriel Dalmau* | 20 de diciembre de 2023

La comunidad científica es el blanco, una vez más, de una campaña de desprestigio que apunta a sentar las bases para un nuevo ciclo de ajuste. En dicho marco, si bien el mote de “ñoqui del CONICET” se extiende sobre las y los científicas/os sin distinción por área de investigación, lo cierto es que las ciencias sociales y humanas suelen ser el foco privilegiado de los ataques (a pesar de ser un sector minoritario). Cuestión que, analizada en términos estratégicos, resulta bastante sencilla de comprender. Por un lado, hace pie en el prejuicio según el cual las ciencias llamadas “duras” (exactas y naturales) son algo complejo y difícil de entender, mientras que las “blandas” (sociales y humanas) son “chamuyo”. A su vez, dado el lenguaje técnico específico de las primeras, va de suyo que nadie que carezca de la formación correspondiente puede entender de qué se ocupan sus proyectos de investigación, lo que no suele ocurrir cuando se leen los títulos de los proyectos de las humanidades. Por el otro, hacia adentro de la comunidad científica, busca generar aquello que caracteriza las prácticas de gobierno neoliberal de la fuerza de trabajo, es decir, la atomización. O sea, intenta fisurar la comunidad entre “serios” y “chantas”, para que los “serios” consideren que, en una de esas, si le sueltan la mano a “los chantas” se pueden llegar a salvar (además de que, llegado el caso, contarían con los recursos que se dejarían de malgastar en “los chantas”). Fractura de la comunidad que tiene como contracara el proyecto semi-privatizador del científico emprendedor, “startup-ero” al servicio del mercado, que factura servicios a empresas para conseguir un financiamiento que el Estado no le brinda e, incluso, para compensar su alicaído salario.

Ahora bien, no se trata en absoluto de hacerle el juego al enemigo y de caer en un partidismo “ciencias sociales vs. ciencias naturales”, sino más bien de confrontar la estrategia mencionada a partir de la disputa en torno a la manera en que resulta problematizada la producción de conocimiento en ciencias sociales, en tanto que dicha forma de problematización configura la punta de lanza de la avanzada neoliberal. Por eso el paréntesis en el título que antecede a estas líneas no es una errata ni un intento de sobrecarga barroca de la escritura, sino que –de lo que se trata– es de una reivindicación del trabajo realizado por la comunidad científica en general, poniendo el foco en el mismo punto en que lo colocan sus detractores/as. 

De todos modos, para disipar cualquier sobre-interpretación que pretenda hacer de este breve artículo una suerte de “Boca vs. River” (sociales vs. naturales), considero apropiado comenzar con el siguiente ejemplo. En el contexto de la actual transición energética, resulta imprescindible el trabajo de profesionales del campo de la física, la química y la biología para el desarrollo de técnicas que optimicen la extracción del litio y minimicen el impacto ambiental de dicha práctica económica, como así también necesitamos de ingenieros/as para el desarrollo autónomo de baterías y, sobre todo, para escalar la producción a nivel industrial. Ahora bien, el fenómeno de la transición energética, aun cuando involucre cuestiones ligadas al campo de las ciencias naturales (el agotamiento potencial de ciertos recursos, el daño ambiental ocasionado por la utilización de determinadas fuentes de energía), constituye un evento económico en torno al que se juegan disputas geopolíticas. En ese sentido, qué implicancias tiene para nuestro país el formar parte del triángulo del litio, cuáles son las formas de explotación (empresa estatal, asociación público-privada, empresa multinacional, etc.) y qué se hace con el mineral una vez extraído (se lo exporta en bruto, se lo utiliza como insumo para la producción local de baterías, etc.), son problemas y debates que involucran la expertise de profesionales del campo de la sociología, la economía y la ciencia política. 

¿Acaso las declaraciones de la generala del Comando Sur, la estadounidense Laura Richardson, acerca de que “China juega al ajedrez y Rusia a las damas”[1] en el triángulo del litio constituyen un problema fisicoquímico? Es decir, el hecho de que nuestros bienes comunes sean objeto de la disputa geoeconómica inter-imperialista es una cuestión que, resulta ostensible, atañe a la agenda de problemas de las ciencias sociales. En la misma dirección, en el caso de que –como ocurre actualmente– la explotación del mineral de litio esté en manos, fundamentalmente, del capital trasnacional, la negociación (en lugar de la entrega alegre) sobre los términos y condiciones (tanto ambientales y laborales, como de la cuota de industrialización local) requiere de un análisis estratégico que permita no claudicar ante la prepotencia imperialista. Es obvio que las relaciones de fuerza son asimétricas, pero son dinámicas y si bien el enemigo juega, nosotros también… En ese punto, las ciencias sociales tienen mucho que decir, recuperando la práctica del consejo que podríamos remontar a un clásico de la teoría política como el pensador florentino Nicolás Maquiavelo. 

Ahora bien, podría objetarse que no todas las investigaciones en el campo de las ciencias sociales y humanas se ocupan de temas de relevancia estratégica como el mencionado previamente. En torno a lo cual, cabe señalar que estas ciencias poseen, a diferencia de las naturales, una dimensión filosófica a “flor de piel”; puesto que, desde su surgimiento a mediados del siglo XIX hasta la actualidad, no han renunciado a la (re)formulación de la pregunta por el fundamento en que se sustenta el conocimiento que producen. Cuestión que se encuentra estrechamente vinculada con la convivencia de escuelas, tradiciones y enfoques al interior de estas disciplinas. En ese sentido, independientemente de cuál sea el marco teórico a partir del que se aborde un problema, lo cierto es que para que dicho abordaje logre “despegarse” del sentido común requiere de un sólido conjunto de herramientas teórico-conceptuales (y epistemológicas) que habiliten la “re-problematización” de los problemas, en lugar de dar por obvio lo que “se dice” acerca de ellos. Justamente, cualquiera que haya tenido contacto con la sociología sabe que la tarea del/a sociólogo/a consistente en “desnaturalizar la realidad social”. Razón por la cual, pensada a nivel de la comunidad científica, la distinción entre investigaciones empíricas (y, por ende, relevantes) e indagaciones teóricas (supuestamente superfluas), resulta totalmente inapropiada. 

Al respecto, viene al caso el siguiente ejemplo. En principio, podría resultar irrelevante que se desarrollaran investigaciones teórico-filosóficas que tomaran por blanco, para decirlo en términos coloquiales, lo que un filósofo francés dijo hace casi medio siglo acerca de los debates que se dieron en la Europa de entreguerras entre intelectuales alemanes, austríacos y franceses, cómo las propuestas de los alemanes incidieron en la política de la Francia de los años setenta y de qué modo los aportes de los austríacos influyeron en los Estados Unidos. Sin embargo, vista desde otro ángulo, esa “evidente” irrelevancia se deshace. Primero, porque quienes trabajamos en dicho campo, no nos ocupamos, a modo enciclopédico, de constatar y registrar “qué dijo X acerca de lo que había dicho Z”, o sea qué dijo Foucault sobre lo que dijeron Mises, Hayek, Röpke, Rougier, Friedman, Becker, etc.; sino que indagamos los alcances y las potencialidades que el modo en que Michel Foucault problematizó la racionalidad neoliberal posee respecto de acuciantes debates de nuestro presente como, por ejemplo, el de los vínculos entre el neoliberalismo como forma de gubernamentalidad, la reducción formalista de la democracia y el aumento de la desigualdad[2]

En dicho marco, sin desconocer la necesidad de abordar las formas de articulación contemporánea de la racionalidad neoliberal en nuestro contexto local, resulta ostensible el modo en que en el discurso del presidente argentino (autoproclamado admirador de la Escuela Austríaca de Economía) resplandece un eco de las críticas al socialismo y las distintas formas de dirigismo económico presente en los trabajos de Ludwig von Mises y Friedrich von Hayek[3]. Por cierto, la caracterización del socialismo como un atavismo, como fruto del resentimiento del incapaz de adaptarse a la sociedad de mercado, como así también el diagnóstico de que cualquier política de redistribución progresiva del ingreso y cualquier intento de planificación de la economía conducen al totalitarismo[4], permite captar la racionalidad sobre la que asienta la batería de insultos que Milei dirige a “los comunistas” (en un mundo, paradójicamente, sin comunismo). Como así también, el purismo de dicha forma de gubernamentalidad y el carácter utópico del programa de sociedad de mercado[5] (que, en tanto horizonte, por definición es inalcanzable), tornan comprensibles dos cuestiones: primero, por qué el neoliberalismo logra bloquear la crítica socio-histórica (“los malos resultados se deben a que X gobierno no fue suficientemente liberal y, por ende, le faltó avanzar”), segundo –como contracara de lo antedicho– se vuelven inteligibles afirmaciones que –en principio– resultan delirantes, como la caracterización de un político que de izquierda lo único que posee es la mitad de su cuerpo, Horacio Rodríguez Larreta, como “socialista amarillo”. 

En la misma dirección, el estudio de las potencialidades de la analítica foucaultiana del neoliberalismo para problematizar nuestra actualidad permite entrever, entre otras cuestiones, el vínculo programático que liga el principio de la competencia con la promoción de la desigualdad dentro del proyecto neoliberal de empresarializar las relaciones sociales; como así también las peligrosas prácticas de gobierno que habilita la grilla de la teoría del capital humano desarrollada por la Escuela de Chicago (cuya forma de análisis y método de programación operan de sustento de la creación del flamante Ministerio de Capital Humano a cargo de Sandra Pettovello)[6]. Cuestiones que, cada una a su manera, dan forma al programa libertario que ubica a la justicia social como campo de adversidad, consolidando la reducción formalista de la democracia (en el doble sentido de reducirla al formalismo electoral y de degradar el igualitarismo democrático a la “igualdad formal ante la ley”, como base para la deslegitimación de cualquier política que se proponga la redistribución progresiva del ingreso). 

 A su vez, investigaciones como la previamente aludida, dialogan con trabajos que, a mitad de camino entre la teoría política y la historia intelectual, se han ocupado, por ejemplo, de analizar (tomando los desarrollos foucaultianos como marco teórico) los vínculos entre la racionalidad neoliberal y el auge de las nuevas derechas, o las recepciones locales del neoliberalismo desde la dictadura de Aramburu hasta el presente. De este modo, dichos trabajos permiten visibilizar los vínculos entre la recepción norteamericana de la Escuela Austríaca, el desarrollo de la Escuela de Chicago y la emergencia del liberatarianismo, ligado a figuras como Murray Rothbard, o los vínculos de las críticas de von Hayek a la democracia de masas y al principio de la soberanía popular con las políticas de reforma antisindical y anti-bienestarista implementadas por Margareth Thatcher (admirada por el presidente argentino) y con la “constitucionalización de la economía” perpetrada por la dictadura de Pinochet (que contó con la asesoría directa de miembros de Escuela de Chicago y con la “bendición” explícita de von Hayek)[7]. En lo que respecta a la recepción local, por ejemplo, estas investigaciones permiten dar cuenta de los tempranos vínculos trazados por la dictadura de Aramburu y la Foundation for Economic Education, que derivarían en la fundación del primer think tank neoliberal argentino – el CDEL – de la mano de Alberto Benegas Lynch, padre y abuelo de los homónimos (su hijo, “el prócer liberal” admirado por Milei, y su nieto –“Bertie” el diputado libertario que propone privatizar las ballenas)[8]. Por otra parte, investigaciones empíricas han tomado las herramientas foucaultianas para analizar la manera en que la gubernamentalidad neoliberal incide en las prácticas económicas de los sectores populares[9], en las transformaciones en las formas de gobierno de la fuerza de trabajo[10], en los programas de “gestión urbana”[11], en la política penal[12], en las políticas educativas[13], en las prácticas de violación sistemática de los derechos humanos[14], entre otros tópicos de gran relevancia social y política. 

Por último, en lo que respecta a trabajos que no tienen, en principio, potencial articulación empírica, porque se trata – por ejemplo – de investigaciones filosóficas que no dialogan con la agenda de las ciencias sociales, cabe señalar que sus aportes resultan insoslayables. En una cultura como la nuestra, en la que parece que todo tiene que ser divertido y los resultados deben ser inmediatos, ¿podemos privarnos de la filosofía como interrogación radical? En otros términos, ¿qué prácticas resultan posibilitadas y qué prácticas imposibilitadas si el modo­­­­­­­ en que nos vinculamos con nosotrxs mismos, con lxs otrxs y con el mundo resulta articulado por la lógica de la inmediatez y el divertimento? Si la temporalidad se clausura en torno a la inmediatez, la única política posible es la que se fragua en torno a la apatía por abajo y la gestión de la miseria por arriba. Si ese es el camino, resulta razonable la promoción del desprecio hacia las ciencias sociales y humanas. Paradoja libertaria, pareciera que pretenden que el discurso acerca de lo público sea monopolizado por los agentes formados en las sedes locales de la red global de think tanks neoliberales.


* Licenciado en Filosofía (UBA), licenciado y profesor en Sociología (UBA), doctor en Ciencias Sociales (UBA) y posdoctorado en Ciencias Sociales (UBA). Investigador Asistente del CONICET (radicado en el IIGG-FSoc-UBA), Profesor Adjunto de Epistemología de las Ciencias Sociales (UNSAM) y Docente Auxiliar de Filosofía (UBA).

[1] https://www.elobservador.com.uy/nota/estados-unidos-acuso-a-moscu-y-pekin-de-socavar-las-democracias-en-la-region-del-triangulo-del-litio-2022715184946

[2] Foucault, Michel, Naissance de la biopolitiqueCours au Collège de France. 1978-79, Paris, Éditions Gallimard SEUIL.

[3] Dardot, Pierre & Laval, Christian, La nouvelle raison du monde. Essai sur la société néolibérale, Paris, Éditions La Découverte, 2009

[4]– Botticelli, Sebastián, “El miedo al totalitarismo en los albores del discurso neoliberal”, Question/Cuestión, vol. 1 n°49, 2016.

– Blengino, Luis Félix, El pensamiento político de Foucault. Cartografía histórica del poder y diagnóstico del presente. Madrid: Escolar y Mayo, 2018.

[5] – Méndez, Pablo Martín, “Neoliberalismo: ¿utopía de una sociedad de la empresa?”, Hermenéutica Intercultural. Revista de Filosofía, n° 37, 2022.

[6] Sobre este punto, nos explayamos en: Dalmau, Iván Gabriel, “El Misterio del Ministerio de Capital Humano”, Revista Bordes, n° 30, 2023.

[7] Saidel, Matías Leandro, Neoliberalism Reloaded. Authoritarian Governmentality and the Rise of the Radical Right. Boston: De Gruyter, 2023.

[8] de Büren, María Paula, Contraofensiva neoliberal. La Escuela Austríaca de Economía en el centro estratégico de la disputa, Buenos Aires, IIGG-CLACSO, 2020.

[9] Gago, Verónica, La razón neoliberal. Economías barrocas y pragmática popular, Buenos Aires: Tinta Limón, 2014.

[10] López Ruiz, Osvaldo, Os executivos das transnacionais e o espírito do capitalismo. Capital humano e empreendedorismo como valores sociais, Río de Janeiro: Azougue, 2007. Pierbattisti, Damián, La privatización de los cuerpos. La construcción de la proactividad neoliberal en el ámbito de las telecomunicaciones, Buenos Aires: Editorial Prometeo, 2008.

[11]  Infante, Leonela, “Prácticas gubernamentales y neoliberalización de los problemas sociales en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El caso de BA Elige”, El Banquete de los Dioses. Revista de Filosofía y Teoría Política Contemporáneas, n°9, 2021.

[12] Álvarez, Luciana, “Pensar el giro punitivo a partir de la judicialización Elementos para problematizar la gubernamentalidad neoliberal en Argentina”, A.A.V.V., Deuda, Competencia y Punición. Hacia una crítica del neoliberalismo como racionalidad de gobierno, Buenos Aires: TeseoPress, 2020. Dallorso, Nicolás & Seghezzo, Gabriela, “Apuntes para una crítica del securitarismo neoliberal en Argentina”, TLA-MELAUA. Revista de Investigación en Ciencias Jurídicas, n° 51, 2021.

[13] Langer, Eduardo, Escuela, pobreza y resistencia. Defensas y luchas cotidianas de estudiantes, Chubut: Editorial del Gato Gris, 2017.

[14] Raffin, Marcelo, La experiencia del horror. Subjetividad y derechos humanos en las dictaduras y posdictaduras del Cono Sur, Buenos Aires: Editores del Puerto, 2006. Feierestein, Daniel, Genocidio como práctica social. Entre el nazismo y la experiencia argentina, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2007.

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