Por María Paula de Büren* | 22 de marzo de 2023
El neoliberalismo en tanto movimiento político organiza su accionar alrededor de diversos centros, entidades y agrupamientos. Uno de los más importantes, seguramente el más relevante, es la Sociedad Monte Pelegrino o, en su idioma original, Mont Pèlerin Society. Es una asociación internacional de acceso restringido que reúne periódicamente a empresarios, políticos e intelectuales en diversos tipos de meetings (generales, regionales y especiales) para elaborar y planificar estrategias destinadas a influir en la agenda pública, el accionar estatal y el devenir político, económico y social.
Su Meeting inaugural se desarrolló entre el 1° y 10 de abril 1947 en el Hôtel du Parc de la localidad de Mont-Pèlerin, Suiza, gracias al financiamiento de banqueros e industriales mayoritariamente norteamericanos y la asistencia de importantes empresas periodísticas de los Estados Unidos como Fortune, Newsweek y The Reader’s Digest. El último día del mencionado encuentro, la asociación cobró existencia oficial tras sellar su nombre y objetivos. El 6 de noviembre de 1947 fue registrada como corporation (persona jurídica, sociedad anónima, empresa) en el Estado de Illinois de los Estados Unidos con domicilio legal en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chicago mediante la firma –en la escritura de la constitución de la sociedad– de Aaron Director, Frank Knight y Charles Hardy como socios fundadores de la misma.
El grupo que inició Mont Pèlerin Society incluyó a personalidades como Friedrich Hayek, Ludwig von Mises, Karl Popper y Milton Friedman, y se congregó en torno a una preocupación, un diagnóstico y un plan de acción. Su recelo central giraba en torno al avance del comunismo, el socialismo, el estado de bienestar y el keynesianismo, los cuales eran indistintamente percibidos por este grupo como una amenaza a la preminencia del capitalismo como sistema y del mercado como principio organizador.
Desde su punto de vista, tales modos de organizar lo social y su ascenso constituían una amenaza a la libertad y a la civilización europea e implicaban un avance del totalitarismo y el nazismo. Sus miembros entendían que si dichas formasse habían propagado ello había acontecido debido a la difusión –en el conjunto de la población– de ciertas interpretaciones de lo social y la historia: el marxismo, el historicismo alemán, etc. Por tal motivo, se hacía necesario construir y difundir un entramado discursivo que permitiese, por un lado, criticar las formas sociales contrarias a sus intereses y las teorías que los sustentan y, por otro lado, legitimar la preeminencia del mercado y el ordenamiento capitalista.
Con vistas a lo anterior, esta sociedad dedica sus esfuerzos a diseñar un nuevo liberalismo –que, si bien retoma el viejo liberalismo, lo depura de aquellos elementos que pueden derivar en justificaciones de ordenamientos sociales que habiliten la conservación de lo público y lo común– y lo populariza por medio de la expansión de centros de difusión en distintos puntos de globo. En tal sentido, la construcción y conformación de un nuevo sentido común será el blanco de su estrategia.
A mediados de la década de 1990 –cuando los miembros de Mont Pèlerin Society consideran que sus objetivos han sido alcanzados, en tanto sus ideas se han tornado hegemónicas y se han sustanciado los virajes sociales, políticos, económicos y estatales deseados–, la Sociedad expresa en un texto que podríamos considerar su historia oficial que la política se desenvuelve en dos ámbitos interrelacionados: el ámbito de la micro-política y el ámbito de la macro-política. El primero es el nivel donde se generan los instrumentos legislativos; es el proceso político que involucra electores, políticos, burócratas, empresarios y lobistas, y el ámbito en el que los cambios se explican fundamentalmente por las presiones de los grupos de interés y las iniciativas individuales. El segundo nivel es aquel en el que se desenvuelven las ideas que proporcionan el contexto general que condiciona, aunque no determina unilateralmente, la micro política. Se hace necesario entonces, con objeto de condicionar el proceso legislativo, dar batalla en el marco general de las ideas.
Mont Pèlerin Society se va a dar a sí misma la tarea de influir sobre los intelectuales, en el sentido gramsciano del término, es decir, tanto sobre académicos y personalidades pertenecientes al ámbito universitario como sobre periodistas y hombres de influencia en el ámbito cultural o discursivo –como es el caso de Mario Vargas Llosa– para que ellos ejerzan su ascendencia sobre los políticos y la opinión pública en general. Esto entendiendo que, una vez ganada la batalla en el campo de las ideas, el devenir de la legislación y, con ella, la historia de los pueblos estará garantizada.
En oposición a la formulación de Antonio Gramsci que nos enseñase que el ejercicio de reflexión es una capacidad inherente a todo ser humano y que el intelectual se constituye en tanto función social; von Mises, otro de los miembros fundadores de esta sociedad, entiende que sólo los intelectuales detentan la capacidad de razonar mientras que las masas,incapaces de realizar por sí mismas razonamientos profundos, sólo pueden ser arrastradas por designios ajenos.
La estrategia de este movimiento enfatiza la importancia de la enunciación en la conducción de conductas y señala que la disputa debe ser llevada al campo de lo discursivo y de la interpretación de los hechos porque, dirá uno de sus miembrosargentinos, la vía armada no basta. Ahora bien, que no baste no significa que la disputa deba darse en la arena democrática porque algo hemos aprendido de trágicas experiencias del pasado, tampoco implica que la revolución sea pura y exclusivamente cultural y, menos aún, que ella supondría un retroceso en la evolución de la humanidad; sino que, sencillamente, no constituye una condición necesaria y suficiente.
¿Acaso no existe una reivindicación de la libertad y la democracia desde estos grupos? Existe un uso estratégico de esos términos, se los emplea para acusar a sus adversarios de su carencia y se los pronuncia como sinónimos de aquello que se quiere instaurar o como promesas cuyo cumplimiento sería garantizado por ello. En el caso de la libertad, se la asimila a libertad de mercado; en el caso de la democracia se intenta tomar el término, una palabra que goza de crédito en la opinión pública, como bandera para, posteriormente, postular su re-definición. En nombre de la democracia, en “Derecho, Legislación y Libertad”, Hayek postulará la necesidad de limitar el poder de las mayorías tras defender una reorganización del ordenamiento del poder legislativo.
Hayek declaraba ante un periodista en Chile en el año 1981, tras haber mantenido reuniones con Augusto Pinochet, en apoyo a la sanguinaria dictadura:”Un dictador puede gobernar de manera liberal, así como es posible que una democracia gobierne sin el menor liberalismo. Mi preferencia personal es una dictadura liberal y no un gobierno democrático donde todo liberalismo esté ausente”.[1]
Ello es posible bajo la idea de que es la libertad económica, y no la libertad política, la que debe ser restituida. Es necesario un cuadro legal que restituya el sistema de mercado, que lo restituya allá donde ha sido puesto en peligro por las fuerzas sociales emergentes; sea mediante la forma de keynesianismo, sea mediante la forma de Estado de Bienestar, sea mediante la forma de socialismo o comunismo.
Pinochet no será el único dictador con el cual se reuniría el líder, fundador y muchos años presidente de Mont Pèlerin Society, Friedrich Hayek. También lo haría con el Teniente Coronel Pedro Eugenio Aramburu en Argentina en el año 1956. Personaje, este último, que consiguiese ocupar el sillón presidencial después que la llamada “Revolución Libertadora” lograse derrocar al peronismo (meses después de perpetrar el bombardeo sobe la Plaza de Mayo). Dicha reunión fue pautada por Alberto Benegas Lynch, quien conoció a Hayek en la Universidad de Chicago, se incorporó a la filas de Mont Pèlerin Society y fundó en Argentina un espacio de publicación del ideario monpelerinés, el Centro de Difusión de la Economía Libre. Uno de los tantos centros difusores esparcidos por el mundo.
Al mismo tiempo, Hayek no será el único presidente de la Sociedad que destine su tiempo a asesorar a dictaduras del Cono Sur. También lo ha hecho Milton Friedman quien, como es ampliamente conocido, ha mantenido estrechas vinculaciones con la gestión pinochetista. Tan fuertes que hasta la actualidad, funcionarios de la misma, son miembros activos y participan de manera regular en las reuniones de la sociedad, tal es el caso de Rolf Lüders y Carlos Cáceres.Rolf Lüders es Doctorado en Economía (1968) por la Universidad de Chicago y con financiamiento de la Fundación Rockefeller y la Institución Brookings, postgraduado por la Universidad de Chicago y financiamiento de la Agencia para el Desarrollo de EE.UU. (USAID). Se desempeñó como Profesor y Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Católica de Chile, Vicepresidente Ejecutivo de Empresas BHC, Presidente del Banco Morgan Finansa, Asesor Económico de la Fundación Chile, Vicepresidente de la Fundación BHC para el Desarrollo, Presidente del Instituto de Estudios Bancarios “Guillermo Subercaseaux”, Presidente de la Corporación de Sociedades Financieras CORSOFIN, Ministro de Hacienda y de Economía, Fomento y Reconstrucción (1982-1983) y Miembro de la Segunda Comisión Legislativa (1979-1982) de la gestión pinochetista, Subdirector del Departamento de Asuntos Económicos y Coordinador del Programa de Mercado de Capitales de la OEA en Washington, Director Regional para América Latina y Director General del Centro Internacional para el Desarrollo Económico (CINDE). Carlos Cáceres se desempeñó como Miembro del Consejo de Estado (1976-1982), Presidente del Banco Central (1982), Ministro de Hacienda (1983-1984) y Ministro del Interior (1988) de la gestión pinochetista; Presidente de la Compañía Chilena de Tabacos, Empresas Carozzi y Chilectra, Empresas AASA y Enersis; miembro de los directorios del Banco HNS, Almacenes París, Invertec, Sipsa, San Jorge, Bice Vida, Empresas Torre y Pesquera Coloso y Presidente de Consejo directivo del Instituto Libertad y Desarrollo (LyD).
Si bien la influencia de esta Sociedad es particularmente importante en América Latina, se retoma el caso chileno en tanto las prácticas ahí efectuadas permiten fácilmente visibilizar que los intereses y preocupaciones que movilizan el accionar de este movimiento se alejan de la defensa de la libertad. Esto, a pesar de que, el movimiento supone un despliegue de Think Tanks y actores influyentes en todo el mundo, como el caso del expresidente español José María Aznar, Ronald Reagan y Margaret Thatcher. No es asunto menor que Mont Pèlerin Society tuviese un especial interés en desplegar su accionar en Chile, un espacio donde el socialismo había demostrado la factibilidad de su ascenso por la vía democrática.
Los dos ejemplos antes señalados, aunque insuficientes para dar cuenta de un movimiento de alcance y accionar internacional, intentan hacer presentes algunas de las posiciones de sujetos desempeñadas por los miembros de Mont Pèlerin Society, echar un cono de luz sobre el sostén material del cual emerge el campo de enunciación de esta Sociedad y comenzar a visibilizar la articulación estratégica que se encuentra en la base del movimiento neoliberal. Un espacio que, lejos de abocarse a la discusión abstracta, emerge de las disputas libradas por el empresariado internacional e implica la producción y difusión discursiva organizada destinada a sostener el orden capitalista, los privilegios que este garantiza para algunos y la dominación y precarización que implica para grandes mayorías.
Podríamos finalmente recordar, frente a aquellas promesas de libertad que los miembros de este movimiento nos ofrecen como señuelos, que Michel Foucault señalaba en sus investigaciones de lo que dio en denominar sociedades disciplinarias que, en el momento en el que el liberalismo postula la libertad como principio universal, las disciplinas ya han apresado el cuerpo[2]. Esto nos lleva a intentar reflexionar en torno a las prácticas que actualmente, ya no en las sociedades disciplinarias sino en aquello que Zuboff y otros denominan sociedades de control[3], encadenan nuestros cuerpos y pensamientos al aparato productivo, un apresamiento que las tecnologías de comunicación y la pauperización constante de la clase trabajadora hacen cada día más difícil de sortear.
Es preciso hacer presente que los malestares que sufren gran parte de las sociedades modernas, el incremento de la precariedad en proporción inversa al aprecio por la democracia, remiten a la hegemonía discursiva de un movimiento que encuentra uno de sus momentos organizacionales centrales hace 75 años. No ha sido siempre así; los males que vivimos tienen 50 años, cuando estos actores políticos alcanzan su ascenso hegemónico frente a otras posibilidades sociales y resistencias, momento en el cual, consiguen hacer carne la literatura neoliberal. Atender a la historicidad de los procesos es también un antídoto contra el argumento de su inevitabilidad.
* UBA
[1] Citado en: Toussaint, Eric, Una mirada al retrovisor. Barcelona, Icaria, 2010, p. 1.
[2] Foucault, Michel, Vigilar y Castigar. Nacimiento de la prisión. Buenos Aires, Siglo XXI editores, 2002.
[3] Zuboff, Shoshana, La era del capitalismo de la vigilancia. Barcelna, Editorial Planeta, 2020.